RSS

Archivo de la etiqueta: Carmen Huelves Ramos

Ganadores del I Concurso de Microrrelatos de Editorial Chocolate

 

Editorial Chocolate

Editorial Chocolate

Y por fin ha llegado el día de publicar los ganadores de nuestro «I Concurso de Microrrelatos de Letras Negras»  patrocinado por nuestra Editorial.

Los ganadores del Concurso han sido:

  • Primer Premio para Mª Jesús Colón Carvajal  por su Microrrelato «Sin Identidad»
  • Segundo Premio para María Jesús Gálvez Griñán por su relato de «La intrépida»
  • Tercer Premio para Ángela Carrasco Fernández por su Microrrelato de «La Sorpresa»

Desde aquí queremos agradecer la gran acogida que ha tenido entre todos nuestros seguidores, amigos y alumnos nuestro Primer Concurso de Escritura y la gran calidad de los relatos enviados. La decisión final de los ganadores no  ha sido nada fácil y por eso no hemos querido dejar de publicar aquí también todos los relatos recibidos, porque creemos que todos merecen su momento de gloria y su hueco en nuestra web, para que podáis disfrutarlos leyéndolos.

¡Esperamos que os gusten tanto, tanto, tanto como a nosotros! 🙂

Os damos las gracias de nuevo por participar y esperamos que repitáis en las próximas convocatorias que vayamos sacando.

Tesa Zalez

Editora y Fundadora Editorial Chocolate


Primer Premio: «Sin identidad» por Mª Jesús Colón Carvajal (Madrid, España)

Sin identidad, sin nombre, arrojado a un colector de aguas con sangre y defecación en el que tiene que arrastrarse durante días. Somnoliento, sin motilidad, las agresiones le llegan y cada golpe es un impacto casi mortal. Dolorido, sin respiración, casi agónico…. encuentra luces intensas y cegadoras. Se agita, se estremece, sale enrojecido. Acaba de nacer.


 

Segundo Premio: «La intrépida» por María Jesús Gálvez Griñán (Madrid, España)

«Hazlo y guardaremos silencio». Fue lo último que les escuchó decir. Para entonces ya empezaba a sentirse las manos frías y el pulso muy débil. El estado de embriaguez le había mantenido segura en todo momento. Y ahora, con los ojos clavados en el techo, pereciendo, tenía la certeza y la tranquilidad de que nunca, nunca más las volvería a escuchar.
(Dedicado a Amy)


 

Tercer Premio: «La sorpresa» por Ángela Carrasco Fernández (Madrid, España)

Él limpió rabioso la sangre de sus puños. Ella sintió sus entrañas rotas y su dignidad perdida. Él saboreó gozoso el dolor y la humillación. Ella buscó en los ojos de él la ternura del pasado y no la halló. Ella agarró con fuerza el cuchillo. Él dio un paso atrás creyéndose en peligro. Ella miró complacida la sorpresa en sus ojos. Y ella, sintiendo ya cercana la paz de la muerte, se cortó de lado a lado la garganta.

 


 

«Desde la ventana» por Raúl Mateos Barrena (Castellón, España)

Aquel repentino alboroto me hizo atisbar por la ventana. Un grandullón golpeaba con saña a una joven. Después intentó estrangularla. Una mano de ella consiguió alcanzar su bolso y extraer algo que brilló en la noche. Lo clavó con fuerza en el cuello del maltratador. Apartó su cuerpo muerto después y se largó. No denuncié el hecho. Pensé que el desenlace había sido justo.


 

«Minuto de terror» por María del Carmen Navarro González (Madrid, España)

El sol no impidió que sintiera el helado aliento llegando a su cuello. Y lo supo, había llegado su hora. Tembló cuando una blanca mano se apoyó en su hombro y lentamente recorrió su espalda. No se movió, no pudo. Y una voz cavernosa, que lo llenó todo, le indicó “vamos”. Solo sus ojos, ciegos de terror, se abrieron. Y los vio, los restos y los cadáveres del vuelo 111. Su vuelo.


«El altillo» por Cristina Valladolid Bedia (Madrid, España)

Bajo el canapé de mi cama, aquella húmeda y espesa viscosidad se revolvió comenzando a  reptar por la pata del taquillón. De ahí subió hacia la ventana entreabierta y ,sabiendo que su misión conmigo había terminado, salió en busca de otra alma a la que torturar.  Esa noche ya dejé de oír los inquietantes crujidos y arrastres del altillo y pude por fin dormir. Ni el horror ni el miedo tienen ya sitio en mi vida desde la noticia de que has muerto estrellándote con tu moto.


«Pánico» por  Pablo Martínez Adrados (Madrid, España)

La oscuridad era absoluta. Nunca había sentido nada igual. Pensó que estaba ciego.
No lograba percibir ni el menor ruido. Solo el latido de su corazón, acelerado, rotundo.
Intentó mover los brazos pero estaba aprisionado. Trató de levantar la cabeza, chocó contra algo blando, suave.
Comprendió la gravedad de lo que estaba pasando. Recordó que en sus años de estudiante había estudiado este fenómeno… y ahora lo entendía todo.
Oyó un ruido espantoso que le era conocido. Chilló, grito, rezó…Un montón de tierra cayó sobre la caja.


«Pesadilla» por Domingo Moreno Solis (Madrid, España)

Noto la mano congelada. Está fuera del edredón, paralizada. Ningún músculo de mi brazo se acciona. Me angustio. Mi cerebro se activa. Pasan por él mil temores: pienso que un bicho puede morderla o un psicópata cercenarla. Siento miedo. Un escalofrío cubre mi espalda. La mano reacciona y se pega al calor de mi cuerpo. Mis ojos se abren y miran a la oscuridad. La mano está dormida y yo despierto. Fue una pesadilla.


«Se busca imagen» por Eva Galindo Esteban (Madrid, España)

El Inspector de Policía observó las palabras escritas con sangre “No funciona” en el espejo. Cuando él intentó suicidarse ver en sus ojos de adulto los del niño que un día fue, le devolvió la cordura. Si no conseguían que el asesino se reconociese nunca dejaría de matar. Solo encontrarse a uno mismo podrá salvarnos, pensó mientras se sintió en deuda con la chica muerta.


«Sin salida» por Ana María Díaz Sánchez (Madrid, España)

No has podido escapar. Siempre he estado a tu lado. Aunque hayas cerrado los ojos, me has seguido viendo. Aunque hayas escondido tus manos, has sentido mi tacto en ellas. Mi olor es tuyo. Mi voz grita en tu garganta. Ahora mi deseo se hace realidad. Tú me asesinaste; yo te estoy matando desde el silencio del más allá. El reloj está marcando la hora final. No has podido escapar.


Sin título por Cristina Mayoral (España)

Ya se había convertido en rutina. Al acostarse, escuchaba como se acercaba a oscuras con paso lento y seguro para sentarse junto a ella en la cama y darle las buenas noches. Apresuradamente se incorporaba y encendía la luz para verle una vez más; pero de nuevo volvía a encontrarse sola en su habitación, con esa sensación agridulce que le impedía conciliar el sueño.


«Estoy vivo» por Carmen Huelves Ramos (Alella,Barcelona, España)

Me desperté en la mas completa obscuridad. Apenas tenía espacio para moverme, estaba encerrado.
Sentía que me faltaba la respiración. Entonces lo comprendí… ¡Me habían enterrado vivo!
Golpeé el techo de la caja con todas mis fuerzas. Grité desesperadamente pero nadie pudo oírme.
Supuse que habría tenido un ataque de catalepsia y el pánico se apoderó de mí. De repente noté que en uno de mis dedos habían atado un cordón y tiré de él… ¡Entonces sonó la campana!


«Tú y yo» por Roberto Orejón Hernández (Nuevo Baztán, Madrid, España)

Tú y yo entre horizontes inciertos, tú y yo entre roces,  temores. Terror por las llamas de la oscuridad, la misma  que ha venido de la mano del miedo, mi miedo.  Frialdad en tu mano.  Inmovilidad en tus ojos,  que se tornan blancos,  vacíos entre pasillos y gritos. ¿Quién llega? ¿A quién abres tu puerta? ¿Se quedará tu invitado que con tez oscura llega?  Ese que me dice que me despida de ti, aquel que dice ser tu muerte. Aquel que decide que nos miraremos en la eternidad.


«En el silencio y la oscuridad» por Vanessa Montesinos Muñoz (Madrid, España)

La bruma la rodeaba, se sentía perdida, todavía vestía su camisón. Giró la cabeza, a sus oídos llegaba una melodía acuosa. Temía andar, no quería caer, no quería volver a rodar. Notó un roce en la espalda, unas manos suaves y frías la apartaron el pelo de la cara, se volvió para descubrir quién la abrazaba, sólo pudo distinguir una sombra deslizarse. En el silencio y la oscuridad.


«De cuando estuve vivo» por Victor Villalba González (Guadalajara, España)

Cuando conseguí entrar en la casa, el pianista yacía cabeza abajo sobre el piano, con varios dedos de la mano izquierda cortados.  Había alguien más en el lavabo. Un hombre se lavaba en silencio las manos ensangrentadas, pero no conseguía verle la cara. Me habló sin volver su rostro hacia mi, y cuando lo hizo supe que jamás saldría vivo de aquella habitación.


«El fin» por Antonia Muñoz Pavon (Madrid, España)

Caía la tarde y con la botella en la mano, nota como su mente se desdoblaba en dos, poseyendo toda su persona hasta la locura de la destrucción.


«Un cirujano perturbado de San Vicente» por Bárbara Maccari (Villa María, CBA, Argentina)

Los antiguos me otorgaron su sabiduría, sus ritos que dieron sentido a mi vida, antes miserable, elevaron mi espíritu acercándome a los Dioses. Hoy ya no les traje sacrificios mediocres de animales ¡cubierta está mi espalda con la piel de mi mujer!, y he aquí el corazón de mi hijo Luca, ¡tómalo Tlaloc está fresco y aún palpitante! ¡Sírvete Tetzcatlipoca! ¡La sangre que me cubre es esencia vital!


«La quedada» por Asunción Hurtado Ortiz (Madrid, España)

Nunca he tenido poder de convocatoria. Me hubiese gustado ser popular, pero tengo pocos amigos. Llamo y siempre tienen algo que hacer. Y me quedo sola en casa. Hoy he decidido reunirlos a todos. Van a venir, sé que no faltarán, será todo un éxito.
Los barbitúricos comienzan ya a hacerme efecto. Os espero en el tanatorio.


 

«Consumación» por Santiago García Domingo (Madrid, España)

La salida del portal a la calle mirando de derecha a izquierda, era la rutina diaria. Pasar desapercibido después, en cualquier situación, sería la segunda etapa. Esa noche el aire tenía el sabor de la muerte. Anticiparse a los acontecimientos suponía salvar la vida.
Algo en silencio rompió su pecho partiéndole el corazón. Ramón no llegó a ser consciente de que las huellas de sangre que se marcaban en la acera pertenecían a su historia.

 
Deja un comentario

Publicado por en 23 noviembre, 2015 en Concursos

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,