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Archivos Mensuales: octubre 2016

Viajar y Escribir (III): Papá Hemingway y Cuba

Hemingway_Editorial ChocolateDicen que tras el suicidio de Hemingway, su mujer ordenó cortar en pedazos la Richardson plateada calibre 12 de dos cañones con la que el autor decidió poner fin a sus días. Los restos de la escopeta asesina fueron además enterrados en lugares secretos para librarla de la furia de los coleccionistas. Corría entonces el 2 de Julio de 1961.

Pero muchos años antes, «Papá Hemingway» había conseguido lo que muchos escritores persiguen y anhelan a lo largo de todas sus vidas: un Pulitzer, un Nobel, reconocimiento internacional, codearse con las estrellas de Hollywood… y todo enmarcado dentro de un mismo país con el que sentía una conexión muy especial. Presumía que Ava Gardner se había bañado desnuda en la piscina de su casa en La Habana pero a la vez se sentía el hombre más feliz del mundo cada vez que salía a navegar con los humildes pescadores cubanos del poblado de Cojímar. De aquellas escapadas para pescar agujas nacería la inspiración para uno de sus grandes títulos, El viejo y el mar (1952).

Cuba, y en especial su Finca Vigía donde vivió los últimos 22 años de su vida, fue su refugio y el escenario donde terminaría de escribir su obra cumbre Por quién doblan las campanas (1940). Allí yacen ahora su Royal portátil, las tumbas de sus perros, unos 50 gatos y los 9.000 volúmenes que atesoró a lo largo de su vida y de los cuales García Márquez exclamaría: «Qué biblioteca más rara tenía ese hombre».

Y es que si algo tenemos en común Hemingway y una servidora (salvando las distancias literarias, por supuesto) es el amor por este país caribeño y por sus gentes. «Esa isla larga, hermosa y desdichada» diría el escritor de Cuba, pero a la vez «tan cercana, hospitalaria y decadente», añadiría yo. Ya por los años 50, el autor era un hombre familiar en La Habana, quien diría de si mismo, «que para ser un hombre solitario tenía bastantes amigos». En una crónica de 1949 revelaría quiénes eran sus hallegados cubanos de verdad:

«Revendedores de lotería a quienes conozco desde hace muchos años, polícias que me han devuelto con favores los pescados que les he regalado, patrones de botes de remos que han perdido la ganancia de un día sentados conmigo en el juego del frontón, y conocidos que pasan en automóvil por el Malecón y me saludan con la mano, y a los que les devuelvo el saludo, aún cuando no puedo reconocerlos en la distancia.»

Se le veía llegar al Floridita a eso del mediodía. Los que le conocían afirman que podía llegar a beber hasta una docena de daiquiríes especiales de una sentada y al marcharse llevarse en su termo «el daiquiri del camino». Hoy si nos pasamos por este afamado local en La Habana, descubriremos un busto del escritor en la barra del bar, homenaje en vida de sus dueños y empleados, junto a una dedicatoria que reza:

A nuestro amigo Ernest Hemingway.

Premio Nobel de Literatura.

La Floridita

Hemingway_Editorial ChocolateTambién se cuenta que cuando el escritor vió por primera vez su escultura, la contempló en silencio para exclamar después a los camareros. «Yo no merezco tanto. Es demasiado honor»

La Marina Hemingway, el hotel Ambos Mundos, La Finca Vigía con el Museo Hemingway, la librería Hemingway o la Plaza Hemingway con su busto en Cojímar son todos escenarios que por una u otra razón heredaron el nombre de este genio que amo a Cuba como su propia casa, como el lugar al que siempre estuvo destinado. Se levantaba temprano con el sol de la mañana, trabajada hasta el mediodía en sus próximos escritos y solo abandonaba su labor cuando llegaba a un punto en que sabía exactamente lo que sucedería después. Al final de cada jornada, contaba y anotaba las palabras que quedaban en limpio, intentando llegar siempre a unas 500 para concluir el día con un trabajo bien hecho. Luego, se daba un baño en la piscina, comía y echaba una cabezadita en su butaca. Por la tarde, acudía al bar Floridita o a La Bodeguita del Medio para cumplir con su «Mi daiquiri en el Floridita y mi mojito en La Bodeguita» mientras que apuntaba su peso en las paredes del baño.

Luego regresaba a casa, se preparaba un buen vaso de whisky y se colocaba ante su Royal portátil de nuevo para terminar esas frases pendientes de inspiración.

Hoy desde estas letras solo puedo recomendaros que sigáis las huellas de este gran escritor en el libro «Tras los pasos de Hemingway. En la Habana» de Ciro Bianchi Ross, todo un glosario de anécdotas y andanzas de este personaje que una vez sintió a Cuba como su propio hogar.

Pd: Una visita a este albúm de fotos de Ernest Hemingway también es obligada

Inside Ernest Hemingway’s Private Photo Album & Scrapbook

 
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Publicado por en 25 octubre, 2016 en Escribir y viajar

 

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Viajar y Escribir (II): ¿Mienten los mapas?

captura-de-pantalla-2016-10-25-a-las-00-41-19‘No he nacido para un solo rincón; mi patria es todo el mundo‘. Séneca

Pues después de asistir a la interesante charla de la Sociedad Geográfica Española a través de la Fundación Ramón Areces hace un par de semanas sobre este tema, debo decir que la respuesta es ¡un SÍ rotundo!… Y para ello existen varias historias que argumentarían esta afirmación.

Para empezar, en la antigüedad los cartógrafos no viajaban, sino que se limitaban a escuchar los relatos de los aventureros, y en función de esas historias, dibujaban los límites y los accidentes geográficos de las tierras exploradas. Además, el objetivo de los primeros mapas babilónicos que se conocen no era orientar a los viajeros, sino ubicar las casas o las propiedades de los habitantes de la zona para poder hacerles pagar los impuestos correspondientes (¡¡Hacienda ya existía!!).

Tampoco nos deberíamos fíar de una reproducción en 2D de un territorio, porque las dimensiones reales nunca coincidirían con lo dibujado en un mapa.

Y luego estaría el tema de los puntos de vista y de la cartografía como elemento de poder y de dominación. Dicen que Napoléon perdió una gran batalla debido a que su cartógrafo erró en un 1 km la posición de las tropas enemigas. Hoy en día diríamos que 1 km no sería para tanto, pero si pensamos que en aquella época 1 km era justo el alcance de disparo de sus cañones, entonces podremos entender el gran prejuicio que aquel pobre hombre que dibujaba mapas causó al imperio francés.

captura-de-pantalla-2016-10-25-a-las-00-27-25Pero si hay dos anécdotas que llamaron poderosamente mi atención fue por un lado la historia relatada sobre la ciudad de AGLOE en Estados Unidos, un territorio «inventado» por el fundador de una empresa de mapas de carretera y su ayudante, que uniendo las inciales de sus nombres, plasmaron en sus cartografías durante años la ficticia ciudad, hasta que en 2014 Google decidió eliminarla de sus mapas.

O el caso de la cordillera de KONG en el continente africano,que durante casi un siglo, desde 1798 hasta 1880, en los mapas de África dibujados por los geógrafos y exploradores figuraba una larga y misteriosa cordillera que recorría el continente de este a oeste, desde las fuentes del Nilo hasta la costa occidental. captura-de-pantalla-2016-10-25-a-las-00-31-04

¿Y por qué no entonces escribir sobre un lugar que nunca hubiera existido? ¿Una ciudad de papel?

El reto está lanzado a mis alumnos de escritura y ahora solo queda esperar cuantas historias nacen de ciudades, calles o montañas que nunca existieron o existirán….

 
 

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Viajar y escribir (I): Un souvenir, una historia

MáximusLa semana pasada empezamos nuestro nuevo Taller de Escritura Creativa «Viajar y Escribir», con el que este curso queremos acercarnos al mundo de los viajes y la escritura.

Durante estos próximos nueve meses pasarán por nuestra clase escritores y aventureros que un día hicieron las maletas y se fueron a perseguir su GRAN VIAJE, ese que en muchas ocasiones marcaría su vida y su personalidad.

Pero para que haya viaje, tiene siempre que haber «una vuelta», un regreso al punto de partida de todo… Tiene que existir la posibilidad de poder traerte un pedacito de historia en forma de souvenir o de recuerdo, con el que preservar ese momento único en tu memoria o plasmarlo en un papel en blanco para compartirlo con los demás…

Por eso, que mejor manera de empezar el curso que trayendo alguno de esos souvenirs, figuritas o fotografías que inundan las estanterías o las paredes de nuestras casas, y contar su historia, los personajes que se cruzaron en nuestro camino, el momento especial que vivimos…. y sobre todo, porque decidimos darles un sitio especial en nuestra vida y en nuestro corazón.

¡El reto ha comenzado! Este año queremos crear un blog con algunos de los relatos que vayan saliendo en clase para que podaís hacer este viaje tan especial con nosotros. Y muchas más sorpresas que irán llegando 😉

Y para finalizar, aunque siempre digo que no me considero escritora sino editora, no he podido resistirme a contar mi historia, la de un viaje sin grandes expectativas a la capital italiana, Roma, donde conocí a una aventurera muy especial, cuyo nombre era WOLF y que me regaló esta talla en madera de su perro Máximus (¡igual que el gran gladiador romano!)

Ahora la pequeña escultura perruna está en la estanteria de mi estudio, guardando mis libros y recordándome que ahí fuera hay gente maravillosa, con historias y viajes que merecen ser escritos para recordarnos que la vida siempre merece la pena vivirla y viajarla…

«Máximus» por Tesa Zalez

Enfrente del Coliseo, en una tarde de otoño, la encontré.

Se llamaba Wolf pero su mirada dulce y serena no tenía nada que ver con su lobezno nombre. A su lado había un perro, un gran perro con cabeza de emperador y cuerpo de gladiador.

Maximus– me sonrió mientras le acariciaba. Se llama Máximus.

La mirada penetrante y cautivadora de su fiel amigo no desmerecían su porte imperial y majestuoso.

– Me defiende de los borrachos cuando cae la noche y la oscuridad inunda las calles de Roma- continuó hablando mientras me invitaba a sentarme a su lado.

– Aquí, en la calle,  él es mi protector¿sabes?… Los polacos son los peores ¡No saben beber! Yo soy de Serbia pero intento esconderlo para no tener problemas con ellos…

Me senté a su lado mientras mi mano acariciaba a su guardián silencioso. De repente, empezó a contarme su gran reto: su viaje a pie por toda Europa durante 3 años, con la única compañía de su perro y una mochila.

– A veces en las fronteras tengo que mentir sobre sus orígenes – me confiesa. «Es un pastor imperial, les contesto a los policías, inventándome una raza que nunca ha existido, ya que su mestizaje de pastor con rottweiler me cerraría muchas puertas.»

La observo más de cerca. Su figura aniñada me hace dudar sobre si considerarla una vagabunda o una aventurera. Me propone sentarnos en una terraza cercana y tomar algo. Me cuenta más cosas de su vida en la calle, de su viaje, de su odisea…

Pasa el tiempo. Tengo que volver al hotel porque me están esperando. No me deja pagar. Insiste en hacerlo ella. Miro a Maximus y le pido entre miradas y caricias que la cuide y que la defienda de sus enemigos. Escondo un billete de 20 euros en su bolso mientras le digo que es para que compre comida para el perro. Nos despedimos y sin saber por qué, me alejó con lagrimas entre los ojos.

A la mañana siguiente, el taxi nos espera en la entrada. Camino del aeropuerto, el coche bordea de nuevo la Via de San Gregorio para toparnos de frente con el gran anfiteatro romano. Desde la ventanilla del automóvil busco con la mirada a Wolf, pero ella ya no está… En ese momento decido que mi próximo perro será un pastor imperial.