Como buena gallega de nacimiento, algo de las «meigas» se le ha debido de pegar porque sus relatos te harán pasar miedo, sí, mucho miedo, pero siempre irán firmados con ese toque ácido e irónico que la caracteriza como escritora.
En sus historias encontrarás cementerios, fantasmas, barcos hundidos frente a la Costa de la Muerte… unos escenarios que se le quedaron grabados en su memoria de niña y que ahora de mayor salen fuera para ser contados en estas LETRAS NEGRAS.
Se considera hija adoptiva de Madrid y recientemente de su pequeño refugio en Liérganes (Cantabria), su isla particular como ella le llama, donde encuentra reposo e inspiración para sus relatos cuando se siente estresada de la vida de la capital.
Recientemente, su nuevo estado de abuela primeriza, le ha hecho acercarse al mundo del cuento infantil, donde su nieto Daniel será su máxima fuente de inspiración.
«La bruma» por Camila Navarro
“La mar, así llaman los marineros a aquellos kilómetros de costa llenos de abruptos acantilados rocosos, flanqueados por un cabo como la proa de un gigantesco barco.
La mar, en femenino. Por su bravura, su furia y su violencia. Y, porque en ella y en toda esa costa, lo mágico y lo fantástico, siempre a la vista, se funden para crear “el misterio”.
Cabo Norte, más conocido por el Cabo de la Muerte, es paso obligado para todos los barcos que van o vienen del Norte. Por eso, en su punta más alta y más inaccesible, hay un faro. Pero también es un gran cementerio de barcos y tripulaciones. Se dice que las rocas las han formado los cientos de huesos de los marineros muertos allí…”
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«La Línea 111» por Camila Navarro
«…Todos la rodearon. A Rosalía se le cayó el móvil de las manos.
-Así que hemos decidido que te tienes que quedar a vivir con nosotros. Contigo la vida será más alegre y no estaremos tan solos.
Al instante supo que una buena respuesta le libraría de un final terrorífico.
-Pe…pero vosotros tenéis a vuestros familiares. Yo les veo como vienen a veros a menudo…
-¡Esos! Todos estamos aquí por su culpa. Y solo vienen a llorar por sus conciencias. Y a pedir, pedir y pedir. No les aguantamos. Estamos hartos de ellos. Cada vez que vienen nos vamos todos a otro lugar. No les soportamos. Son unos falsos. Pero contigo nuestra vida será distinta.
-Pero yo tengo una vida. Mi familia me quiere. Mi marido…..
-Tonterías. Nosotros sabemos todo lo que pasa y en un tiempo ni se acordarán de ti. Lo mejor para ti es que te quedes con nosotros.
Y así uno de ellos arrancó el autobús. Nadie oyó sus gritos de socorro.
El autobús 111 amaneció aparcado detrás del crematorio. De Rosalía Díaz Reyes solo apareció el bolso, el móvil y un ligero rastro de ADN en las cenizas del horno 2 del crematorio. El único inculpado, juzgado y declarado autor de los brutales hechos, el conductor del autobús, que solo se libró de la pena capital, por trastorno mental. Pero él solo repetía una y otra vez:
¡Yo solo me fui a mear y cuando volví el autobús no estaba! ¡Lo juro! ¡Lo juro! »
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